lunes, 29 de septiembre de 2014

¿PORQUE PERTURBA TANTO LA DESNUDEZ?

En junio de 2014, la artista luxemburguesa Deborah de Robertis se sentó frente al cuadro ‘El origen del mundo’ de Gustave Courbet, en una de las salas más transitadas del Museo de Orsay en París, y mostró su sexo, casi estática en una performance que no había sido autorizada por el Museo.
Esta pequeña tela, pintada en 1866 por encargo de un diplomático y coleccionista turco, muestra los órganos sexuales de una mujer sin rostro, en una postura que raya la pornografía.

Vestida en tonos dorados, la artista luxemburguesa se sentó en el suelo delante del cuadro mientras se escucha recitar un poema que dice: ‘Yo soy el origen, yo soy todas las mujeres. No me has visto, quiero que me reconozcas. Virgen como el agua creadora de esperma’. De este modo, llamando la atención de un puñado de personas que visitaban la sala del museo en ese momento, la artista destapó su sexo. Guardias del museo alejaron a un grupo de personas que, se habían reunido allí para ver el espectáculo y los guardias pidieron a la mujer que saliera. Más allá de la calidad de su performance, De Robertis quería producir en los espectadores cierto desconcierto, una pululación de los sentidos hacia la moralidad, y logró más aplausos que críticas.
‘Mi obra -bautizada 'Espejo del origen'- no refleja el sexo, sino el ojo del sexo, el agujero negro’ manifestó la artista al ser entrevistada.

El desnudo es, tal vez, uno de los motivos más comunes en el arte plástico. Las esculturas más apreciadas por los museos, y que pertenecen a la época gloriosa de Grecia y Roma, son desnudos tallados que contribuyen a la idealización: cuerpos fuertes, grandes, anchurosos, tan sólidos e inmortales como la roca de que se alimentan. En el arte clásico el desnudo está atado a este tipo de representación, que no configura ninguna molestia. La Venus de Milo muestra ambos senos y un abdomen, si se quiere, sensual. El cuerpo es aquí una forma de la gloria de las deidades, el modo más sencillo de expresar que su valor supera al de los hombres.
La religión y la moral, sin embargo, hicieron lo suyo durante la Edad Media. La posesión de material artístico por parte de las instituciones más poderosas del catolicismo, y también el extenso papel de la Inquisición, permitieron que la Iglesia controlara la censura de arte. Cuando Miguel Ángel pintó las figuras desnudas de la Capilla Sixtina, otro artista se encargó de pintar hojas de parra sobre cada uno de los sexos de los ángeles. Cuando su ‘David’ fue puesto en una plaza pública, los transeúntes la abuchearon por que mostraba su pene. Una hoja de parra cubrió la obra original por algún tiempo,…

‘La maja desnuda’ mandó a juicio a Goya y la obra fue ocultada en una colección privada por casi un siglo.
El historiador británico de arte Kenneth Clark habla en ‘El desnudo’ (The Nude) de esta constante tensión en el arte. Jonathan Jones, crítico de arte del diario inglés The Guardian, opina con referencia al texto de Clark: ‘Un cuerpo desnudo, argumentaba, es vulnerable y defectuoso, feo y decadente. La desnudez es ideal y generosa. No es un cuerpo real, sino imaginado’. Clark divide esta exposición del cuerpo humano entre desnudez y desnudo (en inglés, la división lingüística es más evidente: ‘nakedness’ y ‘nudity’). Sin embargo, disiente con Clark en que: ‘lo errado de la idea de Clark es que separa arte y vida de un modo muy marcado. En arte, existen cuerpos desnudos quebrados, vulnerables, y existen chispazos de perfección física, de formas arrebatadas, en la desnudez. La vida también es así. Existe la belleza física, existe el amor físico, y hay momentos en que el cuerpo del amante alcanza la majestad divina’

Quizá es aquella majestad lo que asusta a los censuradores: la revelación del cuerpo como una de las formas esenciales humanas. Es muy probable que esa aceptación de humanidad, a través de la mera exposición, de la exposición del error -la asimetría de los cuerpos, su decadencia- sea un motivo suficiente para censurar una obra de arte. En ese entonces y ahora, el arte parece estar consagrado a la perfección de la forma, a pesar de que no exista tal. El arte contemporáneo se encargó de dilucidar la existencia de un nuevo cuerpo de maneras más sutiles y por ello, con mayor impacto.
La Olympia de Manet se convirtió en un objeto sexual… la orquídea en la cabeza de la mujer, sus tacones, la pulsera, todo apuntaba a la sensualidad y a la exposición sexual de un cuerpo que parece dispuesto a ella. La mano sobre su sexo puede ser interpretada como pudor, pero más valdría, conociendo la París de entonces, afirmar que esa prohibición no es tan tajante: es apenas una insinuación.
Algunas semanas atrás, la artista japonesa Megumi Igarashi fue enviada a la cárcel por una semana, acusada de difundir material ‘obsceno’ por crear un kayak en forma de vagina. El significado, con sus propias singularidades, podría apuntar al mismo que quería darle De Robertis a su performance. ‘La vagina es parte importante del cuerpo de las mujeres y está relacionada, por ejemplo, con el parto o la menstruación’ -dijo Iragashi-.
Pensamiento y sensibilidad: ambas categorías, que definen la naturaleza humana, se enfrentan en la exposición de un desnudo. La segunda busca abrir la percepción sensible; la primera espera limitarla. Un desnudo expone más el efecto sobre quien lo ve que sobre sí mismo.

La sorpresa y la representación están instaladas en el público: el artista solo quiere retratarlas.

Me pregunto cuando se aceptara que desnudos venimos al mundo y que hay que dejar de ser tan gilipollas...

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